Te cuento.
Una mañana me llamó a las siete y dos minutos. Me compré una medialuna, soltó.
No dije nada, me costaba reaccionar, y ella continuó
- Te digo que me compré una medialuna, LA medialuna. El arquetipo de la medialuna. Me di cuenta en casa, en la panadería la eligió mi dedo, al azar, mientras yo ya miraba hacia otro lado. ¡Es tan perfecta! Le tomé una fotografía -sí, ella dice siempre así: fotografía-, he pasado más de media hora iluminándola, pero logré una toma entrañable. Acabo de subirla a mi Blog, en el de las sensaciones; tienes el link. He estado hablando con ella y...
- Perdón, con quién...
- ¡Con la medialuna!... es perfecta. ¿Tú no hablas con los objetos?
- ¿Eh? Ah. Sí. Claro. Yo...
- Bueno, la bauticé Croissant, porque he he se merece un trato francés en su efímera gloria.
La charla duró poco más, tenía clase en la Universidad, y dudaba si comer el croissant o irse sin desayunar. Coincidimos en que debía comerlo, que eso sería dignificar su efímero destino natural, que la posteridad ya se la había dado con la foto... grafía y el blog.
Esto sucedió hace tantos meses que ya van a hacer tres años.
Es increíble, pero esa chica terminó abandonándome... ella a mí. ¿Entiendes? Por entonces llegué a llamar de usted a mi sombrero...
Hoy a las siete y diez sonó el teléfono de la vecina; desperté creyendo que era el mío y me quedé con el tubo en la mano, más dormido que despierto, esperando cualquier voz femenina, mientras el otro teléfono seguía sonando. Tardé unos segundos en advertir lo patético del cuadro.
¿Quieres que te diga una cosa, Changez? A veces, el amor se parece mucho a la estupidez.
dedicado al amigo gonzalo
(ah... y lean el comentario de "zona")