lunes, octubre 18, 2004

Qué esperabas de un título

¿Una invitación a la lectura?
¿Una palabra desprendida que se justifique con el correr de las otras?
Esperabas tal vez precisamente eso:
un título, un encabezado que tranquilice,
un cartel en la ruta, una señal que DEBE estar allí,
arriba.
Yo también espero. Por ejemplo, últimamente sucede algo extraño en mi cama doble,
dormito unos minutos, he calculado quince
poco más, poco menos
entonces irrumpe
una pequeña arritmia, un sobresalto más grave que el pequeño vértigo que a todos sobreviene en el ensueño,
no, esto es una pequeña emoción, un susto,
como despertar en el momento justo de dar el paso con el que se deja de hacer pie en el mar, así me siento y abro la boca como un sapo, o un pez japonés
y quedo en ese estado unos minutos, sin forzar nada, pidiendo al cuerpo que lo haga por mí si quiere, si lo necesita;
que se detenga,
que se intensifiquen más los latidos, que no me asustaré ni intervendré,
sólo me aferraré un poco a las sábanas, como en un despegue.
Lo dejo librado al albedrío de mis vísceras,
incluso he llegado a suplicárselo en estas horas,
que lo hagas cuerpo mío, que se termine, vamos, hazlo.
POR FAVOR.
Hazlo, vámonos.
Pero no es un despegue, es un aterrizaje y termino con los ojos quietos en el techo
respirando por la boca
como un sapo o un pez japonés
ahí está, lo sé, la próxima vez que escriba esto, ese será el título

“como un sapo, o un pez japonés”.

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